jueves, 29 de octubre de 2009

ALFA-2

Gabriel Celaya (Guipúzcoa, España, 1911, 1991)

La nueva Física nos ha enseñado que cuando dos partículas simples se unen, no es para formar una compleja sino para fundirse en una nueva partícula que es también simple y radicalmente distinta de cuanto antes existía. Atengámonos a ello. Evitemos las posibles resonancias humanístico-biológicas. Lo que existe es un colectivo, no una reproducción, ni una suma de partículas aisladas: El amor a todos los niveles: Un conjunto en perpetua interacción

¿Y si todos fuera nadie?
¿Y si empeñarse en nombrar
sólo fuera complicar la claridad de marcharse?

¿Y para qué señalar
si no hay nada señalable?
¿Y si la luz sólo fuera simplemente un vaciar?

¿Y por qué tanto besarnos?
¿Y por qué tanto mordernos
si ni tú ni yo existimos en esta nada adorable?

¿Por qué explicar si no hay tiempo?
¿Por qué nombrar? No existimos.
Sólo existe hoy este aire de un veintisiete de Junio.

Pero podemos contar:
Trece, doce, once, diez.
Porque es siempre apasionante la cuenta atrás.

No somos uno en otro.
Somos nadie, nada más,
y una anónima luz, y un amor mortal.

lunes, 26 de octubre de 2009

Haiku

Jack Kerouac (E.U.A., 1922-1969)

Ah, las aves
al alba,
mi madre y mi padre

Trad. Alfonso Montoya

viernes, 23 de octubre de 2009

Aquí se dice de cómo según algunos hombres han compaña amorosa con otros hombres

Abigael Bohórquez (México, 1934-1995)

De amor echele in oxxo, fablel’e y allegueme;
non cabules, me dixo non faguete fornicio ;
darete lecho, dixe, ganarás tu pitanza,
La noche apenas ala, de cras en cras cuerveaba
sus mozos allegándose a buscar la mesnada.
Vente a dormir en mí, será poca tu estada,
desque te vi me dixe, do no te tocan, llama,
do te tocan, provecha, cualsequier se vendimia.
Y “andó” que es de salvajes: anduvo, anduvo, anduvo;
non podía a tod’ora estar allí arrellanado.
El mes era de mayo, ansí su devaneo,
el calor hermosillo hermoseaba su estampa.
Más tarde y más se quema cualquier que te más ame
le dixe, folgaremos como’l fuego y la rama.
Entonces preguntome entendet la palabra:
¿cuánto dáis? y le dixe: cuanto amor te badaje,
que el que ha los dineros siempre es de sy comprante,
muestra la miembresía, non enseñas non vendes.
Ay, vivo desdentonces empeñando la tynta
y muchos nocherniegos afanes hame dados
bien cumplidas las nalgas de aquestas culiandanzas.
La cuerva noche arrea ovejas descarriadas.
Yo pastoreo amores
con aparejamiento.

martes, 20 de octubre de 2009

Lástima, Eusebio...

Cuauhtémoc Méndez (México, 1956-2004)

Lástima, Eusebio,
que no hayas tratado de llegar más allá
de un simple faje con Rosario.
Lástima para tí,
porque viéndolo bien sé que te duele.
A mí también me duele
que hayas pasado sabrosa noche entre sus piernas
y que tu sudor y su sudor mezclados mojaron la sábana.

Pero sábelo, amigo,
y de una vez para que ya no te entretengas:
aunque ella quiere a Víctor
y contigo derrochó sus caricias,
esta muchacha cuando está conmigo
deviene en río de rosas
que se materializan en mis manos.

Haiku 1

Richard Wright (E.U.A., 1908-1960)

No soy nadie:
Un sol rojo de otoño en picada
se ha llevado mi nombre.

Trad. Alfonso Montoya

domingo, 18 de octubre de 2009

Figuras de un apocalipsis en las ruinas de Nueva York

Thomas Merton (Francia, E.U.A, 1915-1968)

Más pálida que la cara de una actriz está la luna.
Hemos escuchado su lamento en la hiedra marchita
sobre puentes dentales,–
en la hiedra marchita, destrozada,
que ama hecha ventarrón en rehilete.

Más pálida que la cara de una actriz
está la luna, y por ti llora, Nueva York,
buscándote entre escombros de puentes,
y se agacha para escuchar al falso bronce
de tu voz sofisticada
¡cuyos cantos ya no se escuchan!

¡Qué quietud ha llegado tras la oscura noche!
después de que las flamas desde las nubes
calcinaron tus dientes con caries,
y cuando esas luminosidades lanzaron
las negras ebulliciones de Harlem y el Bronx
derramaron a los prisioneros permanentes
(las decenas y veintenas de vivos)
sobre las frondas de los árboles de Jersey
de verdosos ranchos, para encontrar la libertad.

¿Cómo han caído, cómo están ahí tumbadas
esas torres de hielo y acero grandes y fuertes
derretidas por qué terror y por qué milagro?
¿Qué fuegos y luces, con el odio blanco de
una sentencia súbita, hicieron derramar
esas torres de plata y acero?

Tú, cuyas calles han crecido por entre rejas,
Arraigadas en Bowling Green arraigadas a golpes
en Upper Bay:
¿Cómo estás desnudada, hoy, hasta tu esqueleto?
¿Qué cambió tu carne viva por carne muerta?
¿Dónde está el fulgor de tus licencias obscenas?
¿Oh, dónde están tus niños en la tarde del domingo
uno a uno baleados desde las sombras de la Paramount?
Las cenizas de las torres aplanadas siguen
remolinando con adornos de humo, mientras velan
en tus exequias, y con el tufo de la incineración
escriben, entre rescoldos, este tu epitafio:

“Aquí existió una ciudad
que se vestía con dinero de papel.
Vivió cuatrocientos años con monedas
de níquel circulando por sus venas.
Amó las aguas de los purpúreos siete
mares y ardió
en su propia verde bahía más grande
y más blanca que la de Tiros.
Fue grosera como un taxi. Con sus
altos tacones algunas veces sus ojos
se vieron azules como la ginebra,
y durante toda su vida los clavó en
los corazones de sus seis millones de pobres.
Ahora ella murió entre terrores de
una repentina contemplación –Ahogada
en sus aguas de un manantial envenenado.”

¿Podremos consolar a las estrellas ante
la larga sobrevivencia de esa perversidad?
Mañana y un día después nacerán pastos
y flores en el seno de Manhattan. Pronto
en el lugar de las sucias ventanas se
mecerán las ramas de nogales y sicomoros
–Las hiedras y los viñedos derrumbarán
las frágiles murallas. Las fachadas de
piedras grises quedarán enterradas en
la frescura y fragancia de las flores.
La rosa silvestre y el manzano
florecerán en los barrancos silenciosos
de la ciudad.

En las cornisas de viejos departamentos
habrá nidos de palomas y panales.
Las aves cantarán sobre espinos asoleados
donde estuvo la Park Avenue. Y en el lugar
del Central Park habrá un cerrito
arracimado por dulces oscuros pinos.

Piensa que habrá algún campesino deshierbando
el bosque para sembrar un acre de milpas
que se verán como estandartes en las colinas
sobre el campo de Harlem. ¿Vendrán
los cazadores a explorar las campiñas vírgenes
de Broadway buscando linces y venados?
¿O algún ermitaño, escondido entre abedules,
con los ladrillos del palacio municipal
construirá su ermita cuando todos los
subterráneos se vuelvan arroyos y riachuelos
con peces fluyendo bajo el sol y en silencio
hacia el Battery sembrado de cañas?

Pero la luna, hoy, luce más pálida que una
estatua. Se asoma cargando una lámpara entre
árboles de hierro en esta Hespérides arrasada.
Bajo esa luz, en las cuevas que alguna vez
fueron escollos y teatros, gente greñuda viene
a jugar–
Y creemos oír el canto de las esfinges con eco
entre las rocas de Wall Street y Pine Street.

Nos quedamos llenos de miedo y más mudos que
las estrellas que caen cojeando en aguas mutiladas.
Más mudos que la madre luna, blanca muerte que
vuela y escapa cruzando la aridez de Jersey.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Historia de una metáfora

Ulises Carrión (México, 1941-1989)

Había cosas.
Vino un hombre y dijo que no todas las cosas eran cosas.
Había, por ejemplo, bocas y rosas.

Y el mundo siguió su marcha
como si nada.

Había bocas y rosas.
Vino un hombre y dijo que no todas las bocas eran bocas ni todas
las rosas rosas.
Había, por ejemplo, bocas como rosas.

Y el mundo siguió su marcha
como si nada.

Había bocas, rosas, y bocas como rosas.
Vino un hombre y dijo que no todas las bocas como rosas eran
bocas como rosas.
Había, por ejemplo, bocas que eran rosas.

Y el mundo siguió su marcha
como si nada.

Había bocas que eran rosas.
Vino un hombre y dijo que no todas las bocas eran rosas ni todas
las rosas bocas.
Había, por ejemplo, bocas que eran bocas y rosas que eran rosas.

Y el mundo siguió su marcha
como si nada.

Había bocas y rosas.
Vino un hombre y dijo que no todo eran bocas y rosas.
Había, por ejemplo, cosas.

Y el mundo siguió su marcha
como si nada.

Había cosas.
Vino un hombre y dijo que no… etc.

Y etcétera.

martes, 6 de octubre de 2009

Pikimachay (20,000 AC - 14,000 AC)

Tulio Mora (Perú, 1948- )

Descanso la fatiga de una vida sin culpas
bajo la humosa, limosa tierra de una cueva.
Pero antes en las pampas
limpias como el ojo de la luna
fundé la memoria de este país.
Fue como cargar a un puma vivo.