Nadie podrá decir sopa, caldo
aguado, tú eres culpable.
Ésos sólo tocan la campana y
dicen ver en lo clarito.
Pero ciempiés tan ciego el
pensamiento
saca sus olas i desbarata: el
mundo se cae
y ésos se sienten los buenos
"soy obediente,
aborrezco el desvelo, amo poquito
y no sueño"
Dios convertido en su alcahuete y
su policía,
los ahorros en las sudorosas
manos no alcanzan para ir a la eternidad,
la vida guardada en un cofre
hasta perder la llave,
disfraz sin baile, sin invitados,
la no mancha confundida con la claridad.
Penetra, muchacho, aguanta esta
bruma,
un trago de alcohol necesita Dios
aquel día,
Pero el mundo no ha muerto. Acaso
son días en que la luz oferta
miedo,
elevador atorado, rodillas en el
cuello,
extraviados en casa propia,
estampados del propio lamento;
pero no falta un clavo, una bacha
que haga el milagro,
lagañas lavadas, tragos
lavafuegos.
Ya casi sin confiar en el paladar
amargo,
no entendía la broma, acreditaba
pesadilla,
no gajes del oficio, no esta voz
sin padre,
no madre, no hijo, saliva ajena
para siempre mía.
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