jueves, 21 de enero de 2010

Más tarde, han de bailar

Bob Kaufman (E.U.A., 1925-1986)  
En la ciudad de San Francisco han derrocado la estatua de San Francisco,
y todos los colibríes vuelan hacia delante en protesta, tarareando poemas emplumados.
Bodenheim denunció a todos y escribió. Bodenheim no tenía dulces sueños de marihuana,
patriótico bebedor de Muscat que no murió enserio, ningún amor de poeta para terminar, se fue.
Dylan tomó la siesta del gato de piedra en San Vicente, cerveza del Vaticano, ninguna defensa;
ese poema gritaba desde su habitación lleno de monjas, un insulto al cerebro, nervios,
ahorra ahora desde Swansea, caballos blancos, aves cebada, poemas ronquido, el ave de Gales.
Billie Holiday se perdió en el metro y se quedó ahí para siempre,
cultivó pequeños jardines de paz interior en estaciones fuera del camino,
y continuará viviendo en envoltorios de jazz silente por siempre amada.
Mi rostro se siente como un mapa viviente de alivio emocional, por siempre húmedo.
Mi cabello se enrosca en anticipación de mi propia jardinería salvaje.
Pobre Edgar Allan Poe, murió traducido, en pantalones sin planchar, terminó en luz,
rodeado de gusanos de oro extáticos, su éxodo bendecido por la orgía de Baudelaire.
Ya sea que soy o no un poeta, utilizo cincuenta dólares de aire cada día.
Con el propósito de existir me escondo en pilas de poemas azules y rojos
y abro pequeños sensuales parasoles, cantando la canción de la uña enterrada,
bebiendo tibias beatitudes.
Trad. Svetlana Pribilowska Garza

No hay comentarios:

Publicar un comentario